¿El futuro será en inglés o en emoji?
En términos lingüísticos, el inglés domina el mundo. Se calcula que lo hablan unos 1500 millones de personas —375 millones como idioma nativo— en más de 100 países de todo el mundo.
A lo largo de los últimos 400 años, su difusión global ha sido constante, coincidiendo con la propagación internacional de los negocios, la política y la cultura. Incluso en nuestra época de incertidumbre política, el inglés sigue dominando nuestros espacios globales comunes: negocios, cultura, diplomacia y, en un grado significativo, internet. Para participar en el mundo globalizado del siglo XXI, es necesario hablar algo de inglés.
Pero, ¿se parecerá el futuro al pasado? ¿Tendrá más presencia el inglés, acallando otros idiomas? O nos replegaremos todos a nuestros idiomas nativos y nos limitaremos a utilizar traductores automáticos para comunicarnos, dejando morir el inglés como lingua franca global (una lengua adoptada por hablantes de distintos idiomas). O, en el escenario quizás más distópico para aquellos que amamos la palabra escrita, ¿se hablará en el futuro en emoji? A continuación te presentamos algunos hechos acerca del uso del emoji:
Las raíces del poder
El lingüista David Crystal señaló en una ocasión que «el desarrollo de un idioma es un reflejo directo del poder de aquellos que lo hablan». Impulsado por las conquistas coloniales durante la época imperial —a principios del siglo XX el Imperio británico controlaba una cuarta parte del planeta y gran parte del comercio mundial— y la avalancha posterior de empresas estadounidenses, poder político y cultura popular, el inglés se convirtió en un idioma común en un mundo que se conecta cada vez más a una velocidad de vértigo.
Incluso dentro de los países, concretamente en los países con complejos paisajes étnicos y lingüísticos, el inglés se convirtió en un medio de comunicación neutro, aunque no siempre bien acogido. En Nigeria, donde se hablan más de 500 idiomas, el inglés conectó a toda una nación y mantuvo su posición siendo «odiado por todo el mundo por igual».
Una fórmula única para lograr el éxito
Pero las raíces de su poder no radican solo en la historia. El desarrollo del idioma inglés, y su singularidad y atractivo único como idioma, se basó en gran medida en su capacidad para tomar prestado de otros idiomas, adaptarse a los contextos locales y ser flexible ante el cambio.
A medida que se difundía internacionalmente, el inglés absorbió palabras nuevas, primero de los alemanes, los franceses y los vikingos, y posteriormente de las culturas con las que entró en contacto durante el período colonial y el período de posguerra. Durante el proceso, acumuló un inmenso vocabulario —estimado en 750 000—, que además es extraordinariamente multicultural.
También se mezcló con las culturas y los idiomas locales. Hoy en día existen en el mundo de 60 a 70 «idiomas ingleses», con el singlish (inglés de Singapur) y el spanglish (español combinado con inglés) firmemente asentados en la vida cotidiana de millones de personas. En países como Jamaica, el inglés se hizo tan local que casi se transforma en su propio idioma: el patois jamaicano, una lengua criolla basada en el inglés, cuenta con 15 000 palabras locales, y es en gran medida ininteligible para los hablantes del inglés «estándar».
Un idioma que nos pertenece a todos
Esa capacidad de absorber y asimilar, manteniendo un núcleo unificado inteligible para todos, hace que el inglés sea singularmente capaz para el predominio global. Y, de hecho, el número de hablantes —hasta 1000 millones de personas lo hablan como una segunda, tercera o incluso cuarta lengua— ha dado a una enorme franja de la humanidad un sentido de propiedad sobre el inglés. Se ha convertido en un lenguaje verdaderamente mundial que ya no pertenece a sus hablantes nativos; nos pertenece a todos.
Pero ¿qué sucede cuando un idioma deja de pertenecer a aquellos que lo hablan a la perfección? Una opinión es que un proceso de fragmentación y erosión puede hacer que el idioma pierda su esencia y que acabe convirtiéndose en un grupo de idiomas conectados, pero recíprocamente ininteligibles. Esto parece improbable; simplemente porque hay demasiados factores que trabajan en la dirección opuesta en el caso del inglés
El argumento de la cultura
Existe una cultura estrechamente vinculada al predominio lingüístico del inglés que se expresa principalmente en ese idioma: desde las exitosas series de Netflix hasta los memes de internet. Como todo el mundo habla algo de inglés, hay una barrera de entrada muy baja para acceder a esa cultura; una cultura a la que una inmensa cantidad de jóvenes están expuestos todos los días en sus teléfonos. Esta cultura se comparte, así como el idioma subyacente a la misma; debe seguir siendo compresible para que todos se identifiquen con ella.
Además, es altamente improbable que esta cultura se cambie en un futuro próximo a otro idioma ampliamente hablado, como el chino. Aunque lo hablan de forma nativa 1390 millones de personas, la barrera de entrada para el idioma chino —y para su cultura—, sigue siendo demasiado alta para la mayoría.
El argumento de la simplicidad
Esta baja barrera de entrada ha tenido otro efecto interesante: a pesar de que el inglés se ha vuelto más fragmentado a medida que se ha propagado en todo el mundo, también se ha simplificado para las bocas de aquellos que lo hablan como segunda, tercera o incluso cuarta lengua.
El inglés puede ser un idioma muy difícil de dominar y, debido a su popularidad, las formas simplificadas se comprenden y aceptan ampliamente, particularmente en las comunicaciones habladas y en línea. El lingüista John McWorther señala que «cuando muchos adultos aprenden un idioma de manera imperfecta, lo hacen sin […] complicados fragmentos gramaticales». Un estudio de 2010 realizado por Gary Lupyan y Rick Dale encontró que los idiomas que más se hablan son en realidad más sencillos, sobre todo si nos fijamos en su gramática. Y a medida que se simplifican, particularmente en el uso popular, se hacen aún más accesibles.
Hay otro factor a tener en cuenta: como cada vez se trasladan más comunicaciones a internet y al terreno hablado —con las máquinas del futuro nos comunicaremos oralmente, no por escrito—, la simplicidad se hace todavía más pronunciada. A medida que disminuye la importancia del inglés escrito más formal, se vuelven más importantes las formas menos formales, alimentando ese bucle de retroalimentación positiva que hace que el inglés sea tan atractivo y popular como idioma global.
El aumento de las máquinas y el uso del emoji
A pesar de ello, no hay nada de inevitable en el continuo predominio del inglés. Los idiomas tienen períodos de auge y de decadencia junto con los imperios y otras creaciones humanas. Es intrínsecamente difícil predecir su futuro, afirma el lingüista Simon Horobin. Entonces, ¿qué podría amenazar el papel del inglés como idioma global?
Políticamente, un mundo más proteccionista o nacionalista amenaza su papel porque el inglés está íntimamente relacionado con la influencia estadounidense, y también con la británica (en la UE, por ejemplo). Idiomas como el chino, árabe, hindi, indonesio, español y francés —hablados por centenares de millones de personas en todo el mundo—, están estrechamente vinculados a fuertes identidades nacionales o religiosas, y a demografías, economías e influencias políticas crecientes. Su importancia seguirá creciendo y podría amenazar la posición privilegiada que ocupa el inglés.
Quizás más sorprendentemente, pesando en las próximas décadas; serán las máquinas, no otros idiomas, las que puedan amenazar el predominio del inglés. El lingüista Nicholas Oster opina que los días del inglés como idioma global están contados. Oster sostiene que, al igual que el latín —un idioma global que predominó durante la época del Imperio romano y es la raíz de idiomas como el español, el francés y el italiano—, el inglés solo predominará mientras sea útil. En la época de las traducciones automáticas —solo hay que imaginar el traductor de Google, pero 100 veces más preciso que hoy en día—, no habrá ninguna necesidad de un idioma global común. Todos hablaremos en nuestro idioma nativo a las máquinas que nos rodeen y, si es necesario, ellas traducirán por nosotros. Para la mayoría de la gente, sostiene Oster, esto será suficiente.
A largo plazo, si las cosas toman un giro aún más extraño, la creciente popularidad de los lenguajes visuales, como los emoji —y la simplificación de la comunicación que fomentan—, podría hacer que los idiomas como el inglés fueran innecesarios (o al menos mucho más frágiles). En un mundo donde los emoji dominan el día a día de nuestra comunicación, ¿habrá necesidad de dedicar nuestro tiempo a aprender un segundo idioma? Esto parece descabellado, somos criaturas muy complejas con necesidades de comunicación muy complejas, los idiomas con matices no dejarán de ser importantes para nosotros en un futuro cercano. Pero no hay duda de que en el futuro nos comunicaremos de una manera más diversa y multifacética que hoy en día.
El ser humano necesita aprender y conectar
Pero ¿puede algo de lo mencionado —el crecimiento de otros idiomas, los rápidos avances en el aprendizaje automático y la popularidad de los emoji— amenazar realmente el papel del inglés como hilo conductor entre personas de distintos países? A menos que demos marcha atrás en lo que respecta al comercio y a la cultura globales —-o en cuanto a nuestra necesidad de comunicar a otros ideas complejas—, lo más probable es que el futuro sea en inglés. Y, aunque la traducción automática supone una amenaza a largo plazo para el aprendizaje de idiomas extranjeros, no se puede dar por hecho que en un futuro cercano llegue a ser tan precisa, expresiva o significativa como la comunicación humana.
También hay algo inherentemente atractivo en el aprendizaje de un idioma nuevo. Crystal cree que hasta dos tercios de los seres humanos son en realidad bilingües, y que el bilingüismo es parte de la condición humana natural. Por varias razones, es también muy aconsejable: mejora el desarrollo cognitivo de los niños y la salud cerebral a largo plazo, entre otras cosas, y también supone beneficios económicos. Añadir el inglés a nuestro conjunto de habilidades tiene mucho sentido.
Y hay una última razón por la que el aprendizaje de una lengua global como el inglés seguirá teniendo importancia en el futuro: un aspecto esencial del aprendizaje del inglés es que sirve para conectarse a la cultura que este alimenta, y también con personas de todo el mundo. Al igual que la música, se ha convertido en algo más que una herramienta de comunicación; se ha convertido en una herramienta de compresión cultural y de construcción de puentes entre fronteras. Dicho de otra manera, nos ayuda a satisfacer la necesidad profundamente humana de relacionarnos y entendernos con los demás; para ser, como señala Crystal, «diferentes e iguales» a la vez.